Subida por La Jenduda
Y de nuevo nos adentramos en un mar de caliza que araña el cielo, donde las nubes se funden con la piedra comos si de un sólo ser se tratara.
Donde los rojizos amaneceres traspasan y abrasan las pupilas con su enorme resplandor.
Donde los rebecos nos observan desde paredes cortadas por cinceles de otros mundos con cirujana precisión.
Y como a todo mar conocido, se le debe de tratar desde el respeto. Con ésto me refiero tanto a la precaución por no cometer errores durante la ruta, como a respetar la naturaleza y al ecosistema del interior del parque.