miércoles, 1 de junio de 2016

Los 10000 del Soplao, un Infierno en el Paraíso

Alcanzando nuevas metas

    Desde hace un tiempo, los 10000 del Soplao se han convertido en una prueba muy popular tanto a nivel nacional como internacional, y no ha sido por casualidad. Tanto en España como en el resto del mundo hay miles de carreras que posiblemente se asemejan en muchos aspectos a la nuestra, pero pocas tendrán el cariño de una región volcada y unas gentes tan agradables como esta. Si a eso le añadimos el paisaje, la dureza y satisfacción que produce acabarla, obtenemos la combinación perfecta.


    Llegamos a Cabezón el día anterior, en el ambiente se percibe ya una sensación de emoción y nervios a partes iguales. Está todo atestado de gente que disfruta de la cálida tarde-noche mientras apuran los últimos tragos de la cerveza para poder ver en primera plana "La danza de Ibio", baile tradicional cántabro de origen guerrero. Mientras que los foráneos la miran extrañados y con cierto aire de hipnotismo, a los del lugar se les ve visiblemente emocionados y orgullosos de sus raíces más profundas.



    Al día siguiente nos levantamos algo legañosos, señal de no haber pegado ojo en toda la noche, pero con ganas, muchas ganas. Después de un contundente desayuno de panceta y pasta nos ponemos en marcha hasta la salida.

    Es impresionante, 2500 personas esperamos impacientes al pistoletazo mientras un zeppelin de Coca Cola nos sobrevuela las cabezas. Al iniciarse la ruta, cientos de personas nos animan desde los balcones con lo primero que pillan: cacerolas, megáfonos, cencerros... ¡puro espectáculo! Así que con la piel de gallina y una sonrisa en la boca nos disponemos a cumplir el reto.


Al iniciarse la ruta, cientos de personas nos animan desde los balcones con lo primero que pillan: cacerolas, megáfonos, cencerros... ¡puro espectáculo!


    El primer monte que nos toca subir es el Aa. Al llegar arriba contemplamos una preciosa panorámica, en la que vemos todo el valle a nuestros pies, mientras que al otro lado de la ladera un bonito mar de nubes nos impide ver nada. En el siguiente vídeo lo podéis ver:



    Bajamos en dirección Ruente por una empinada bajada en la que más de uno besa el suelo con el culo y tras andar por algo de carretera, entramos en el pueblo. Cruzamos un pequeño puente de piedra y giramos a mano derecha en busca de la siguiente subida. 

    Subimos a través de una pista forestal durante varios kilómetros hasta entrar en un bosque por un pequeño camino que nos llevará hasta Ucieda, en lo que será el segundo avituallamiento. Continuamos desde Ucieda por una subida algo pindia hasta llegar a una pista forestal de cemento, que debemos atravesar y seguir subiendo. 

    Nos rodean preciosos hayedos y robledales que hacen que la ruta se haga menos dura. Seguimos el camino que nos lleva por la famosa ruta de los puentes, imprescindible de esta zona y que atraviesa pequeños riachuelos con rústicos puentes de madera. 

    Después de unos cuantos kilómetros llegamos al tercer avituallamiento, que nos prepara para las últimas y más duras rampas. Llevamos 32 km apróx, y una tormenta se cierne sobre nuestras cabezas. El terreno está lleno de barro y la gente se cae cada dos por tres, pero no hay tiempo de quejarse, nadie dijo que iba a ser fácil. Aun nos quedan 3 subidas y el Alto del Toral, el más temido por los senderistas que nos acompañan. 

    Tras subir la primera gran rampa, hay un pequeño descansillo mientras de lejos vamos viendo lo que se nos avecina. Subimos la segunda poco a poco, mirando al suelo y pensando en que ya nos queda menos. Subimos la tercera, algo más suave y ya a lo lejos le vemos, El Toral. 

    Como pequeñas hormiguitas, una hilera de gente asciende a trompicones las faldas del Alto. Algunos se han sentado a descansar el la resbaladiza tierra, otros en cambio directamente se han tumbado. Tras unas breves cuestas y un merecido descanso para reponer fuerzas, cogemos los bastones, apretamos el culo y resoplamos para empezar a subir El Toral. 

    Vamos dejando a la gente atrás, seguramente porque si vas mirando la cumbre o te paras un segundo luego ya no te mueves y en menos de 10 minutos coronamos. A mi parecer, menos de lo que nos habían pintado, pero desde luego que es duro (y más después de los 36 km anteriores).

Los guerreros después del Toral

    Llaneamos por la cresta hasta llegar en el km 40 al avituallamiento de los huevos con salchichas y kalimocho, parada obligatoria. Damos gracias a los vecinos de Mazcuerras por tan caluroso recibimiento y empezamos a bajar, ya con los músculos algo agarrotados. 

     Ya sólo nos queda ir por pistas forestales y algo de carretera a través de Mazcuerras hasta la linea de llegada en Cabezón de la Sal.


    El último kilómetro se hace eterno, hay ampollas y roces en los pies, te duelen músculos del cuerpo que no sabías ni que existían y lesiones antiguas que reaparecen como Freddy Krueger en tus peores pesadillas.

    Pero queda lo mejor, los últimos 100 metros los haces en volandas, el griterío que te rodea animándote es como si te olvidaras de los dolores, del cansancio y los problemas. Deseas que esa sensación no acabe nunca, incluso quieres que la meta ya no esté tan cerca. 


    Por todo esto, tened por seguro que el año que viene volveré.

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